viernes, 31 de diciembre de 2010

La mayor enseñanza de la Revolución en el centenario


El 6 de diciembre de 1914, los ejércitos campesinos dirigidos por Francisco Villa y Emiliano Zapata hicieron su entrada triunfal a la capital de la República. Eran 50 mil campesinos pobres armados, organizados en la poderosa División del Norte y en el Ejército Libertador del Sur, vencedores indiscutibles del sanguinario Ejército Federal de Porfirio Díaz y de Victoriano Huerta.
Nunca ha vuelto el pueblo mexicano a estar tan cerca del poder como lo estuvo ese 6 de diciembre.
Para la anécdota, no para la historia, quedó la estampa de un Villa divertido en la silla presidencial, junto a un Zapata sombrío. Ambos habían renunciado de antemano a la sola idea de gobernar desde esa silla. Dos días antes, al reunirse en Xochimilco por primera vez los dos máximos representantes del campesinado pobre, Villa dijo a Zapata: “Yo muy bien comprendo que la guerra la hacemos nosotros los hombres ignorantes y la tienen que aprovechar los gabinetes…”
Zapata secundó las fatalistas palabras del Centauro: “Los hombres que han trabajado más son los que menos tienen que disfrutar de aquellas banquetas. Nomás puras banquetas y yo lo digo por mí: de que ando en una banqueta, hasta me quiero caer”.
“Este rancho está muy grande para nosotros; –concluyó Villa-- está mejor por allá afuera. Nada mas que se arregle esto para ir a la campaña del norte. Allá tengo mucho quehacer…”
Volvió Zapata a sus montañas y Villa a los inmensos llanos del Altiplano, sin que un solo Decreto del gobierno de la Convención hubiera dado aliento a los hombres que seguían dando la vida por una revolución estéril para ellos. “Los gabinetes” intrigaban aceleradamente, provocando la desconfianza y finalmente la separación de los aliados, negando parque, armas y transporte a los zapatistas mientras hacían aparecer a éstos como torpes y negligentes ante los villistas.
El Presidente de la Convención, Eulalio Gutiérrez, abandonó la capital el 15 de enero de 1915, renegando de Villa y pactando con Alvaro Obregón, quien a su vez traicionó a Gutiérrez, para consolidar al exporfirista Carranza como cabeza de la burguesía nacional que muy pronto regresaría a ocupar el vacío de poder que Zapata y Villa no pudieron llenar.
En contraste, al otro lado del mundo, una revolución echaba abajo al inmenso poder de la reacción feudal europea. El pueblo ruso, cansado del hambre y la miseria en que lo sumía la guerra imperialista, echó abajo al Zar y subió a la burguesía al poder. Pero cuando ésta continuó la política del Zar, las masas revolucionarias comprendieron el engaño, derribaron a la burguesía e instalaron a los Consejos (Soviets) de obreros, campesinos y soldados en el poder. Al segundo día de instaurado el Poder Soviético, éste emitió el Decreto sobre la Paz, sacando al país del infierno de la I Guerra Mundial, y el Decreto sobre la tierra, declarando abolida la propiedad de los terratenientes sin ninguna indemnización.
Siete meses después de la victoria militar de la revolución sobre la dictadura semifeudal de Victoriano Huerta (sitio de Zacatecas en junio de 1914), las masas revolucionarias iniciaban un repliegue general hasta perder toda esperanza, tras el exterminio de la División del Norte (1915) y la muerte de Emiliano Zapata en 1919. La puntilla simbólica la dieron los “Batallones Rojos”, formados por obreros reclutados por la Casa del Obrero Mundial, de formación anarcosindicalista, utilizados primero por Carranza para combatir a Villa y Zapata y luego perseguidos y disueltos por el mismo Carranza.
En Rusia, ocho meses después del ascenso de la burguesía al poder (Febrero de 1917), la clase obrera en alianza con los campesinos pobres resistía los ataques de los ejércitos blancos y la invasión de las potencias extranjeras, hasta levantar a su país de las cenizas de la Guerra Mundial y de la guerra civil, para convertirlo en la primera potencia socialista del mundo.
¿Cuál fue la diferencia para que en México la burguesía traicionara al campesinado pobre y sobre las espaldas de éste se trepara al poder que conserva hasta la fecha, mientras que en Rusia se consolidó el Estado obrero revolucionario?
Esta experiencia histórica, la más importante a recordar en la conmemoración del centenario de la revolución mexicana, es por supuesto, la más empeñosamente ocultada por los detentadores del poder en México y debe ser la mas estudiada, analizada y debatida por quienes se interesan en acabar con esta sociedad de explotación con todas sus lacras.
La energía revolucionaria del campesinado pobre no contó en México con dos elementos indispensables para alcanzar el triunfo sobre sus enemigos: una clase obrera independiente, templada en la lucha de clases, y un partido proletario, pertrechado con una teoría revolucionaria, con un programa y una estrategia que guiaran a las masas en medio de todas las adversidades y frente a sus encarnizados enemigos de clase. El campesinado ruso contó con una clase obrera educada en el fuego de dos revoluciones y con la dirección de un partido férreamente disciplinado, guiado por Lenin, continuador de la obra revolucionaria de Marx y Engels.
Hoy, a cien años del estallido revolucionario, no existe aún en México un partido proletario a nivel nacional, con lo cual se siguen perdiendo hasta las enseñanzas legadas por la derrota y la muerte de un millón de mexicanos. La burguesía nacional, en cambio, ha consolidado su maestría en el arte de explotar, engañar y reprimir a las masas. El retroceso global representado por el desplome de países que habían iniciado la construcción del socialismo ha envalentonado a las fuerzas de la reacción, tanto nacionales como imperialistas. La pequeña burguesía en todos lados rehúye el compromiso partidista y el estudio del materialismo dialéctico.
Pero la tarea ahí está y si de algo sirven las conmemoraciones históricas, las enseñanzas del fracaso de la revolución deben aplicarse consecuentemente a las condiciones actuales.

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