jueves, 30 de septiembre de 2010

El testimonio de Zenaida: "Lo que mis ojos vieron en Tlahuitoltepec"

Tomado de: Arabella Jiménez/AMARC
Tratamos de conservar lo esencial del relato de amor y dolor de Zenaida por la tierra natal herida.


En Tlahuitoltepec, ¿qué es lo que queremos mirar? Esto fue lo que mis ojos constataron
29-30 septiembre. Casi llegando a Albarradas, nos topamos con alguien de la Semarnat en el camino y ante nuestra pregunta evidente respondió: -- Ah sí, yo vengo de Tlahui. No pasó lo que se decía y ya está bien el camino.
Entonces mi alma regresó a mi cuerpo y, pensé: Entonces vayamos tranquilos que esta ayuda tiene que llegar, estos víveres y ropas que amorosamente ha donado la gente en la ciudad debe llegar a su destino, ya está garantizado que el camino está abierto, ya lo dijo una institución, es una voz creíble.
Seguimos andando en nuestra camioneta, nuestro casi hermano conductor, el Ori, Teresita, mi sobrina y yo. Entonces ante nuestros ojos se hacía presente esa realidad, que tanto anhelaban constatar nuestros ojos para ya no mirar solo medios o escuchar sólo versiones.
Ahí está la enorme piedra que trataron de hacer a un lado para que al raz pasara alguna pequeña camioneta. Por aquí se sumió la carretera. Aquí el lodazal tapó el camino. Aquí el arroyo es un río. Aquí la vegetación es desierta. Aquí hay algunas maquinas trabajando. Aquí hay almas penando. El acceso no es nada de lo que me ha dicho el de la institución, y así tengo que seguir creyendo que mi pueblo está bien y que todo fue “una exageración” como tanto se ha repetido en lo mediático.
Mi esperanza quedaba, muy en el fondo de mi corazón, aunque en ocasiones se esfumaba, cuando la realizad colocaba lo evidente ante nuestros ojos.
De repente se acaban las palabras y no sé que más decir.
Fuimos esquivando lo que pudimos, fuimos saludando a los conductores que trataban de abrir los caminos y cuando ya casi cantábamos Gloria por llegar, se cayó el panteón. Se cayó la carretera del panteón de Tamazulapam. No pueden pasar. Y como siempre dicen, de lo peor hay que ver lo mejor. Nos pudimos unir a una caravana de camionetas que iban para el mismo fin, unos que venían de organizaciones, otros de colonias populares, otros por ser paisanos de la localidad, otros más familiares, y así en una caravana tomamos la ruta alterna para llegar al fin a la tan anhelada tierra.
Cuando regresamos al camino principal, camionetas de éxodo miraron mis ojos y de nuevo regresó la angustia. Entonces no todo está bien en mi pueblo, entonces es fuerte para orillar a la gente a que salga de su lugar. Seguimos avanzando, pudimos pasar el primer derrumbe que por alguna vez imposibilitó el acceso a Tlahui. Estamos cerca, pero ahora hay que dar vuelta por el santuario. Y ahí en Santa Ana, hay alguna ropa mojada colgada en las ramas de los arbustos, rostros de desesperanza, algún que otra colchoneta que empezaban a repartir.
Entonces se me acerca una señora y me dice: para dónde vas, quién es tu familia y le di el nombre de mi madre y me dijo tranquilízate ella está bien. Nosotros aquí vamos a permanecer a nuevo aviso.
Le dije que llevaríamos los víveres ante la autoridad, porque creíamos que eran los más indicados para hacerlo y me deseó lo mejor y me fui. Parecía que en verdad sus almas trataban de buscar el mejor refugio y que su cuerpo estaba ahí tratando de moverse y de mover algo.
Cruzamos el cerro y miramos dos espacios más de refugio, que aun no sé si llamarle albergues, porque aún no reúnen las condiciones y ahí al paso me repitieron: convence a tu familia que suba, ellos no se quieren salir, pero hay muchas casas ladeadas, y aquí abajo se fue el tanque de agua potable, ya no tenemos agua.
Y entonces anunciaron en la radio que no pasaba más, que la gente se tranquilizara, que ya salió el sol y eso es bueno, que ya no ha estado lloviendo, que tranquilicen a sus familiares quienes han podido hablar con ellos. Que no pasa más y que sólo está aumentando la grieta en el centro, que ayer era 3 cm y que hoy son 7 cm, por eso ellos ahora están en frente lo que alguna vez fue su instalación.
Entonces se escuchaba a la gente por la radio, diciendo: es que en Santa Cruz ya se cerró el camino, el apoyo no puede llegar a Rancho Tejas, si pueden bajen caminando. Es que para donde sube la gente a refugiarse, del otro lado de la montaña, la que no se ve, está empezando a desgajarse el cerro, ahí por Rancho Mosca-metate. Es que la desviación Nejapa-Flores ya está derrumbándose. Se está quedando incomunicada la comunidad, qué vamos a hacer. Pero recuerdo que a mí me dijeron ¡No pasó nada, grave! Ojala que esta mentira muchas veces repetida, regresara las cosas a su normalidad.
Y en el centro ví mucha gente parada y muchos carros, haciendo qué, aun no lo sé porque como que ví, pero como que quería ver algo que no es posible ya ver. No se si se llama esperanza.
Estaban como 6 carros de los militares, ví a cerca de 30 soldados parados, casi que todos cuidando la grieta, pero no estaban apoyando a descargar las despensas que había traído la gente. Cuando la autoridad agraria me indicó que a ellos habría que pedirles el apoyo, y se los pedí, con toda la tranquilidad del mundo me dijeron: Si al rato lo vemos.
Pues sí con esa tranquilidad seguramente si podemos decir que no pasa nada.
Sólo dejé a los compas frente al municipio y empezamos a correr montaña abajo en busca de nuestra familia. Y justo donde se encuentra la vereda y la carretera estaban 6 personas, entre adultos, acianos y una mujer, estaban departiendo mezcal para pedir y ofrecer perdón a nuestra tierra, a nuestra forma de vida, al konk a las montañas, por las faltas que hemos y por la falta que otros han cometido y no hemos sabido respetarnos entre nosotros. Pedimos que cese el castigo, y que la lección la tenemos bien aprendida, con nuestra forma de vida no se juega.
Derramé tres gotas, tragué algo que me supo a agua, entonces medio entenderán como estaba, hoy como que pienso que ausente de mí misma. Di las gracias por el ofrecimiento, me dieron las gracias por haberles aceptado, me dijeron que eso esperan de nosotras y nosotros los jóvenes, que aprendamos a integrarnos, a convivir y a escuchar. Me despedí con respeto y seguimos corriendo rumbo a casa.
Ellos no nos alertaron de nada, ahí sólo los vi parados, no sé cuál era la misión de estar ahí, tampoco sé si era real lo que ví, lo que sé es lo que me dijeron. Pero justo al intentar pasar un arroyito que va rumbo al albergue, por el barrio Tsenkutyum, oh alto. Se había ido el barranco, se borró la carretera y el lodazal aparentó algo lleno. Insistí que nos metiéramos pero mi sobrina me alertó que si queremos llegar con bien, nos regresemos, pero de pronto vimos que también estaba derrumbado el supuesto camino alterno, por tanto tuvimos que subir gateando a una media montaña.
Entre resbaladas, y golpes, llegamos a lo que creía la salvación, mirar otra carretera, y justo saliendo ahí, ahí estaba la otra grieta, que a medida que avanzamos seguía creciendo. Corriendo al fin llegamos a la casa de mi familia. Abrazos secos, el llanto al parecer también se había escapado. Poco tiempo tuvimos para intercambiar palabras, lo único que alcancé a decirles, vayan al albergue de allá arriba. Subieron mis hermana y se quedó una porque sus niños son especiales, requieren de comida especial. Necesita moler la comida y en el refugio a donde van no hay luz.
Subieron quienes pudieron.
Y de nuevo mi estancia en el centro confirmaba una de mis hipótesis, hay muchos hombres tomados, no al grado de caerse, pero sí con algún grado de licor. Unos Más, otros menos. Entonces me quedé así sólo mirando. En el paso ví a muchas mujeres cargando su ayate, rumbo al albergue provisional, y a algunos hombres cargando las colchonetas que estaban empezando a repartir.
Mis ojos constataron que están pasando demasiadas cosas, la desgracia no está centrada en lo que la TV sólo nos quiere mostrar, o lo que los ojos de los soldados alcanzan a ver. Al menos en todo el camino que anduve no vi a ninguno, todos están concentrados en el centro y ahí si parece que no pasa nada. Por eso quiero decirles que está pasando demasiado en mi pueblo, que la mayoría de la gente se ha salido de sus casas en busca de refugio, que todas las montañas están agrietadas, que al menos ví más de 3 deslaves al paso, del rumbo albergue, ahí donde no se ha enfocado los ojos de nadie que pueda emitir comunicación al exterior.
Por eso señalo: Sí se necesita el apoyo, porque esto apenas está empezando, qué va a comer la gente de los albergues. Desde donde lo vivo, la desgracia no sólo se debe mirar en número de muertos, sino en lo que deja ello, quienes quedan desamparados y qué pasa con todas y todos los que se quedan vivos.
El mantenimiento y la reconstrucción son tareas arduas. Por lo pronto el pueblo espera que cese la lluvia y si así no sucede, a dónde vamos a mandar a quienes viven en ese pueblo, ¿dónde es el lugar seguro? Por lo pronto las voces que alcancé a escuchar pidieron:
Agua embotellada. Multicontacto y extensiones o cables largos para instalar luz en los refugios.
Papel higiénico. Lámparas de mano. Baterías D para las lámparas. Recipientes medianos y grandes para hacer la comida. Galletas. Maseca. Comidas enlatadas.
Quiero aprovechar la ocasión para agradecer a todas y todos ustedes que han mostrado su apoyo solidario con mi pueblo, con mi familia y con mi persona, esa fortaleza que nos transmiten es la que nos mantiene en pie. Un reconocimiento a las comunidades mixes que aun en las condiciones de marginación siempre tienen algo que dar. A las comunidades circunvecinas mixes y a los que no están tan cerca, al pueblo de Oaxaca, a las colonias populares, a México, a los medios de comunicación que aún permanecen en el lugar de los hechos, y, a las ciudadanas y ciudadanos de otros Países que se han solidarizado con el Pueblo de Tlahuitoltepec.
Reciban el agradecimiento del pueblo y sus autoridades. Vamos a salir de ésta, porque aún queda mucho por hacer, mucho por compartir.
Abrazos. Zenaida Pérez.

sábado, 25 de septiembre de 2010

El Grito 3. El pueblo y solo el pueblo es la fuerza motriz que hace la historia

“Hay que bajar a los héroes de su pedestal” –sentenció desde su pedestal el historiador de Televisa Enrique Krauze, hace unos meses en Monterrey.
Como él, otros historiadores burgueses tomaron como cruzada en la conmemoración del Bicentenario de la Guerra de Independencia la tarea de “desmitificar” a los héroes de la Historia Patria. En lugar de los santones del calendario cívico, había que mostrar que se trataba de simples mortales, capaces de grandes hazañas, claro, pero sujetos a las tentaciones de cualquier mortal.
Así, la imagen de estampa escolar del mesiánico Padre de la Patria que a todos lados se encaminaba iluminado por la antorcha de Dolores en una mano y con el estandarte de la Virgen de Guadalupe en la otra, fue cambiada por la de un simpático y ocurrente sibarita que bien sabía dar otras ocupaciones más mundanas a esas manos.
Se supone que el logro de tal “desmitificación” sería acercar la leyenda, la mitología, a la realidad actual, para mostrar que de los simples mortales de hoy, pueden surgir los caudillos providenciales de mañana.
Con lo cual, estos historiadores motivacionales caen en el mismo sitio que pretendían desechar: la historia construida a partir de los caudillos, por más que los aspirantes vayan advertidos contra cualquier intención de convertirse en nuevos mitos.
Obviamente, lo que los historiadores burgueses han evitado a toda costa es tratar de extraer conclusiones realmente científicas de las grandes luchas del pueblo mexicano.
A 200 años del inicio de la Guerra de Independencia, a 150 años del triunfo en la Guerra de Reforma y a 100 años del inicio de la Revolución Mexicana, lo que a todas luces destaca es que estas conmociones históricas tuvieron lugar por las condiciones materiales de existencia de las masas populares; que esas condiciones separaron en clases antagónicas a la población, hasta hacerlas enfrentarse en una lucha a muerte.
Las tres contiendas no han sido sino progresivas etapas en el desarrollo y consolidación del régimen de producción capitalista; en las tres fueron las masas oprimidas y explotadas la carne de cañón que se levantó, en 1810-1821 contra el régimen colonialista y derribó las formas más atrasadas de explotación semifeudal; en 1857-1867 contra el poder semifeudal de la Iglesia y la consolidación de la nación burguesa y en 1910-1920 contra los vestigios semifeudales y la constitución del Estado burgués centralizado, en el cual el poder omnímodo lo tiene la burguesía nacional.
El historiador de Televisa suele lamentarse del altísimo costo de estas guerras y los magros resultados obtenidos. Esto es cierto, pero sólo desde el lado de los oprimidos y explotados de siempre. En la guerra de Independencia, se calcula en 400 a 500 mil los muertos, directamente por la guerra o por sus consecuencias: enfermedades, privaciones, pestes, etc. Para una población de poco más de 6 millones de habitantes, la proporción es terrible, por encima del millón de muertos en la Revolución, cuando la población era de 14 millones. Aunque nunca comparable a la hecatombe de la conquista, cuando entre 1521 y el medio siglo de colonización inmediato, la población indígena cayó de 20 a sólo 2 millones de sobrevivientes.
Entre 1521 y 1810 calculan algunos historiadores que hubo no menos de cien levantamientos armados en diferentes lugares del dilatado territorio colonial, indígenas en su mayoría, mestizos y negros en menor proporción. Hacia 1800, hubo ya un importante involucramiento de criollos, representantes de la embrionaria burguesía nacional.
Al llamado de Hidalgo, acudieron sobre todo indios y mestizos. Los criollos, en su mayoría alarmados por la inclusión de las masas populares, dieron la espalda a Hidalgo. Los representantes de los terratenientes criollos dentro de la insurgencia, como Allende, Aldama, Abasolo y los Rayón, presionaron a Hidalgo para moderar sus promesas a la indiada y para tratar de ganar criollos a su causa. Ni devolución, ni reparto de tierras para las masas campesinas. El odio a la tiranía europea debe haber sido muy grande, para que el ejército plebeyo siguiera a Hidalgo cuando éste mantenía ya solamente la consigna de independencia, que sin duda tenía un significado muy diferente para los criollos, al que podían representarse los indios.
Morelos, más cercano al pueblo por su origen de clase y por su desempeño como cura de pequeños poblados, fue mucho más lejos que Hidalgo en su labor de organizador, jefe militar y político. Amplió medidas iniciadas por Hidalgo como la eliminación de tributos y del impuesto per cápita que abrumaba a los indios; incluyó en sus proclamas el reparto de los latifundios y la devolución de tierras, y el reparto de bienes confiscados e impuestos de guerra a mitades entre la población pobre y los fondos para la insurgencia. Producto de su época, creyó que el gobierno republicano con su división de poderes garantizaría “la moderación de la opulencia y la miseria”, pronunciándose en sus “Sentimientos de la Nación” por el aumento del jornal del pobre, como medio para mejorar sus costumbres y alejarlo de la ignorancia y del hurto.
Nadie fue más allá que Morelos. El autogolpe de Estado que los monarquistas criollos y el alto clero dieron para separarse de España y así conservar sus privilegios a salvo de la Constitución liberal española, llevando a Agustín de Iturbide a proclamar la independencia que ferozmente habían combatido, fue la loza que selló el destino de las masas en esta primera etapa de la revolución burguesa.
Los indios y los mestizos volvieron a su miseria de siempre, mientras la burguesía nacional criolla se preparaba para disputar el poder a los advenedizos que, partidarios de las formas más atrasadas de explotación, frenaban el desarrollo de las fuerzas productivas. La historia comprobó una vez más que sin la dirección de la clase obrera, prácticamente inexistente en aquella época, los campesinos pobres serían utilizados como carne de cañón. Sin embargo, también se comprobó que sin el concurso de esas masas, que fueron a morirse por intereses que no eran los suyos, el salto de una época a otra habría sido imposible.
Las centenarias conmemoraciones sólo tendrán sentido si se reivindica el papel de las masas populares y la lucha de clases como motores de la historia.

jueves, 23 de septiembre de 2010

El Grito 2. No invocarás el nombre de Tlatelolco en vano

El Periódico “La Jornada” fue el único de la “gran prensa” nacional que informó sobre el Grito de AMLO el pasado 15 de septiembre en Tlatelolco. Lo hizo tan a detalle, que no solamente capturó los cánticos de gente que acoplaba la letra de una viejísima canción de Tintán a la personalidad del Peje, sino que tomó textualmente estas palabras claves de su discurso:

“En sus cálculos, este grupo (la oligarquía) piensa que tiene todo bajo control. Confía en su dominio de la mayoría de los medios y de la televisión para seguir manipulando al pueblo, y ahora su apuesta es imponer, mediante la teledictadura, al próximo presidente de México.
"Pero, advirtió en plan desafiante: desde esta Plaza de las Tres Culturas, donde los estudiantes lucharon por la democracia y fueron sacrificados por el autoritarismo del PRI, les decimos que no les será fácil consumar una nueva felonía.
Y reveló cómo, a su juicio, será posible lograrlo: "Si cada mujer y cada hombre consciente se compromete a convencer a cinco ciudadanos…"
Tras un vehemente final, "Feliz como vino, la gente se fue eufórica –consignó el reportero- atiborrando los vagones del Metro y cantando “el Peje tiene… personalidad”.

En verdad, el Peje tiene un carisma tan abrumador para sus simpatizantes, que al invocar a los estudiantes sacrificados por el asesino autoritarismo del PRI en ese preciso lugar donde ahora convoca a la lucha por la democracia electoral del 2012, nadie se animó a pedir que, en un acto de congruencia, AMLO se autocritique o explique ¿porqué ingresó a ese partido manchado con la sangre del 2 de Octubre, del 10 de junio, de Rubén Jaramillo, de ferrocarrileros y copreros, ocupó altos cargos y militó en él hasta 1988?
La crítica y la autocrítica fortalecen los liderazgos honestos.
No debía invocarse el nombre de Tlatelolco en vano…

lunes, 20 de septiembre de 2010

El Grito 1

¡Qué paradojas! Cuando la oposición al gobierno cubano protesta, aunque se trate de un reducido número de damas de blanco atuendo o de un número aún menor de blogueros disidentes, la "gran prensa" de México destaca la noticia y le da seguimiento varios días. Pero busco la cobertura informativa sobre el Grito del principal opositor electoral del régimen en este país, y sólo encuentro una nota en un periódico de circulación nacional.

La arenga en el Grito de los Libres fue por los de abajo
Festejó el tabasqueño en Tlatelolco el bicentenario de la Independencia
Jaime Avilés

Periódico La Jornada
Viernes 17 de septiembre de 2010, p. 10
Los potentados que tienen secuestradas las instituciones y todo lo subordinan a sus intereses confían en que mediante la teledictadura van a imponer al próximo presidente de México, alertó Andrés Manuel López Obrador la histórica noche del 15 de septiembre de 2010 en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, antes de dar, ante miles de simpatizantes, el Grito de los Libres, donde exclamó: ¡Arriba los de abajo!

Después de loar los nombres de los caudillos que iniciaron y culminaron la lucha por la independencia de nuestro país, el principal dirigente opositor del México actual añadió: ¡Vivan los héroes anónimos! ¡Vivan los indígenas! ¡Vivan los campesinos! ¡Vivan los obreros! ¡Vivan los migrantes! ¡Vivan los artistas! ¡Vivan los maestros! ¡Vivan los profesionistas! ¡Vivan los sectores productivos! ¡Vivan los jóvenes! ¡Vivan las mujeres! ¡Viva la cultura! ¡Vivan los dirigentes sociales y políticos asesinados o desaparecidos por defender las causas populares!

Como músicos de una orquesta ansiosos por volver a tocar en cuanto finalice la intervención del solista, la gente esperó a que Andrés Manuel terminara de leer la larga y emotiva oración, y respondió: ¡Vivan!. El líder tabasqueño dijo en seguida: ¡Libertad a los presos políticos!, y la plaza contestó: ¡Libertad!. ¡Abajo el mal gobierno! ¡Abajo! ¡Abajo los privilegios! ¡Abajo! ¡Arriba los de abajo! ¡Arriba!
Desde el centro del escenario, al pie del histórico edificio Chihuahua –en algunas de cuyas ventanas había fotografías del presidente legítimo con la banda tricolor sobre el pecho y mensajes de apoyo al movimiento que conduce–, López Obrador culminó así: ¡Viva la nueva República! Y por tres veces consecutivas: ¡Viva México!.

López Obrador inició su discurso en punto de las 21:45 y lo concluyó a las 22:00 horas, para protagonizar el ritual del Grito. Dijo de entrada: venimos a recordar que no fueron los acaudalados los que siguieron a Hidalgo y a Morelos en su rebelión contra la tiranía. Fueron los pobres, los desposeídos, los indígenas y los peones acasillados... El pueblo tomó conciencia y supo que era más fuerte que quienes se creían amos y señores, que podía liberarse y derrotar a quienes lo oprimían.

Con ese mismo ideal de justicia y con la esperanza puesta en el despertar del pueblo, hoy, los aquí presentes, y muchos más, estamos luchando para derrotar de manera pacífica a la actual oligarquía, al régimen de corrupción, opresión y privilegios que está destruyendo al país. Después de enumerar las características más notorias del grupo dominante –no pagan impuestos, no crean empleos, imponen salarios de hambre, fomentan la migración–, subrayó que en estos tiempos de mayor sufrimiento, no sólo no hacen nada por el interés público sino que siguen lastimando con saña a la gente.

Al describir los hechos negativos más recientes, mencionó el [enésimo] aumento a la gasolina, las nuevas concesiones a Televisa, la disminución de las pensiones a jubilados, el despido de mineros, electricistas y trabajadores de Mexicana de Aviación y la [nueva] inundación de Tabasco provocada por el desfogue de las presas para favorecer a los productores privados de energía eléctrica.
En sus cálculos, prosiguió, este grupo piensa que tiene todo bajo control. Confía en su dominio de la mayoría de los medios y de la televisión para seguir manipulando al pueblo, y ahora su apuesta es imponer, mediante la teledictadura, al próximo presidente de México.

Pero, advirtió en plan desafiante: desde esta Plaza de las Tres Culturas, donde los estudiantes lucharon por la democracia y fueron sacrificados por el autoritarismo del PRI, les decimos que no les será fácil consumar una nueva felonía. Y reveló cómo, a su juicio, será posible lograrlo:
Si cada mujer y cada hombre consciente se compromete a convencer a cinco ciudadanos entre sus familiares, vecinos, amigos y compañeros de trabajo, no sólo tendremos asegurada la victoria en 2012 sino que, con esa fuerza organizada, con ese poder ciudadano, llevaremos a cabo la renovación tajante que necesita el país.

López Obrador cerró con estas palabras: Tengamos fe en que México se salvará; es cosa de que logremos evitar que nadie sea indiferente al porvenir de la patria. Tenemos de nuestro lado la razón histórica: la patria no la construyeron los héroes para que la mancillaran los ambiciosos. Es el espacio que los héroes nos legaron a nosotros, y a los que vienen, para vivir con dignidad y justicia, para soñar y ser felices.
Y feliz como vino, la gente se fue eufórica, atiborrando los vagones del Metro y cantando una clásica de Tintán, que decía: El Peje tiene... personalidad, personalidad, mientras arriba, la ciudad lucía lúgubre, fantasmagórica, apanicada, desierta.