jueves, 12 de agosto de 2010

La asombrosa huelga de hambre del señor Fariñas

Cuando Bobby Sands y sus compañeros del Ejército Republicano Irlandés (ERI) decidieron lanzarse a la huelga de hambre escalonada en 1981, no se hicieron ilusiones respecto a sus posibilidades de éxito al utilizar este discutido y muchas veces ridiculizado método de lucha.
Iban de frente contra una representante del déspota imperialismo británico, no por decadente menos opresivo y feroz. Exigían el estatus de presos de guerra, no de presos comunes que el gobierno encabezado por Margaret Thatcher les impuso en las mazmorras de su propio país.
Bobby Sands murió a los 66 días de ayuno, pero fueron diez en total los miembros del ERI a quienes la Thatcher dejó morir de hambre, uno tras otro, ante los ojos del mundo, antes que reconocer una sóla de las demandas de los presos políticos.
Sólo un prisionero alcanzó 73 días; el que menos tiempo sobrevivió, falleció a los 46 días de ayuno.
De ahí mi asombro al enterarme que el cubano Guillermo Fariñas daba por concluida una huelga de hambre ¡de 135 días! ¡Más del doble de la duración que costó la vida a Bobby Sands! "O es un organismo de otro planeta, o no hay tal ayuno" pensé. Y como no hay todavía evidencia comprobada del arribo de seres de otros mundos, busqué información sobre el truco empleado por este fakir de la oposición al gobierno cubano, que descubriera el engaño.
Para mi asombro, fueron médicos del Hospital Universitario de Santa Clara quienes verificaron totalmente la prolongadísima dieta de hambre de Fariñas. ¡Tan sólo en ese Hospital, con todo el personal como testigo, durante 120 días se abstuvo de llevar alimento a la boca!
Pero ahí está el detalle. Fariñas no se alimentó por la boca, sino que “comió” por las venas. Todos los componentes de una dieta balanceada: aminoácidos, lípidos, vitaminas, minerales y oligoelementos, pasaron al organismo del cubano por medio de sueros. Ello explica que subiera 5 kilos de peso al concluir su ayuno oral.
Lo cual, no reduce el sufrimiento autoimpuesto de Fariñas. Cuatro infecciones desarrolladas por los casi 40 catéteres cambiados, algunas de ellas con el temible estafilococo dorado como agente, resistente a múltiples antibióticos, fueron detectadas oportunamente y combatidas por los médicos. Fue otra complicación la que hizo sudar frío a los especialistas en la cálida isla: una tromboflebitis en la unión venosa subclavio-yugular, al lado izquierdo del cuello. El trombo infectado, frecuente en tratamientos parenterales crónicos, en este paciente inmóvil y debilitado podía desprenderse y provocar un catastrófico tromboembolismo pulmonar.
Junto con Fariñas, sufrió el cuerpo médico que lo atendió. Diez especialistas estuvieron al pie de su cama, vigilando la asepsia, cuidando el balance nutricional y el equilibrio hidroelectrolítico, alertas a la aparición de cualquier foco infeccioso, aplicados a la disolución del coágulo amenazador.
Según los médicos, durante sus ciento y pico de días de internamiento en terapia intensiva, le realizaron alrededor de 300 exámenes de laboratorio y de gabinete. Los nutrientes intravenosos y algunos antibióticos tuvieron que ser importados de Europa. Tecnología de punta, revisión clínica diaria con los últimos avances de la ciencia médica y una buena relación médico-paciente contribuyeron a preservar la vida de Fariñas.
Durante una entrevista, el Director del Hospital, Armando Caballero, sin hacer mención alguna a favor o en contra de las motivaciones políticas del paciente, expresó su absoluto respeto a la determinación de éste, de aceptar sólo la alimentación intravenosa, aunque ello representara un peligro mortal por infección o trombosis fuera de control: “Somos médicos para salvar vidas; sin embargo, la norma ante un caso como este es respetar la voluntad de los pacientes. No podemos luchar contra esa voluntad”.
¿Y en cuanto a los costos, tiene idea de lo que representa para el país el tratamiento de este paciente? –preguntaron al Dr. Caballero.
-- No hay punto de comparación con otros países. La medicina cubana es gratuita. De lo que sí doy fe es que un día en una unidad de cuidados intensivos, en cualquier país del primer mundo, no baja de mil 300 dólares, sin contar los medicamentos y exámenes complementarios, y estamos hablando en este caso de 110 días y más de 300 pruebas de laboratorio.
Todo lo anterior lo recordé hoy por la mañana, cuando vinieron a buscarnos los familiares de un matrimonio que esa madrugada resultó herido por el fuego cruzado de militares y policías contra presuntos narcos, resultando él con un balazo en el cuello y ella con un proyectil imposible de extraer en un hombro.
“Traigan 6 mil pesos o no podemos seguir atendiéndolo” –les exigieron en el Hospital Universitario. Pero el herido es el sostén del hogar, trabajador eventual sin Seguro Social ni su remedo, el Seguro Popular, por lo cual la familia no podrá reunir esa cantidad
Y recordé entre muchos casos semejantes, a Francisco Rodríguez Córdova, un robusto albañil consumido por el cáncer pulmonar, a quien enviamos al HU y tardó en consultar porque no tenía 150 pesos para pagar la consulta, y el mal avanzó sin freno durante los tres meses que tardó después del diagnóstico para conseguir el antineoplásico, y a la compañera con insuficiencia renal condenada a morir porque su tratamiento no está incluido en el cuadro del “Seguro Popular”, o la parturienta aquella que tuvimos que sacar en comisión cuando la Trabajadora Social del Universitario le rompió en pedacitos nuestra solicitud de descuento, reclamando “echar criaturas al mundo sin tener con qué mantenerlas”, hasta la imborrable imagen del niño que recibimos siendo estudiantes de Pediatría, en aquellos remotos tiempos de la lucha por la Autonomía. El niño, de unos tres años, estaba hinchado, muy débil e intensamente pálido. No tenía fiebre ni se le halló infección alguna. Murió al día siguiente de su ingreso. “Murió de hambre” –dijo el maestro. “Hambre crónica”.
Pensé en Fariñas, quien protesta contra el gobierno de su país dejándose morir de hambre mientras su gobierno le brinda todos los cuidados para que no muera. Y pensé en tantos mexicanos, a quienes el gobierno deja morir sin darse cuenta de su existencia.

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