lunes, 5 de abril de 2010

La Radio y los días. La Invasión (2)

Amanecer del 28 de marzo de 1973.

Fue un día 28 de marzo / helaba en la primavera/
cuando invadimos los llanos/ treinta hombres y una bandera


Así dirá el Corrido, pero en realidad somos treinta y cinco personas, incluyendo varias mujeres. Ellas no están quietas, cuando no están tronchando maleza, reparten café. La presencia de las mujeres nos da una extraña seguridad, una fuerza desconocida, a lo mejor porque ninguno de los hombres queremos mostrarnos menos firme que ellas.
Una reunión rápida, antes de dispersarnos dentro del terreno tomado. Recomendaciones: No podemos ahuyentar al frío con fogatas; se verían desde lejos. Se montarán dos guardias, para que todo mundo pueda alternar la vigilancia con unas horas de sueño... si es que puede dormir entre las piedras. Al frente de la invasión están Agustín Acosta, Pancho Herrera, Ricardo Cantú, Ignacio Staines y Héctor Camero. Ante la policía y la prensa, no habrá dirigentes. “Nos trajo la necesidad, búsquenla a ella” y punto. Si llega la policía, todo mundo habrá de reunirse en el sitio donde se colocó la bandera, ahí estará el equipo de sonido. Demandaremos la presencia del dueño o dueños, no aceptaremos escrituras que vengan con olor a tinta. Terminante: nadie puede abandonar su terreno; todo terreno sólo, será entregado a otro solicitante.
Estudiantes de Prepa de la UANL traerán un camión para simular el apoyo estudiantil. No podemos esperar más apoyo que el de las colonias vecinas, el movimiento estudiantil que hace dos años defendió la autonomía de la Universidad, ya no existe, pero por sonido anunciaremos la presencia de cientos de estudiantes solidarios. Por el contario, se previene del posible ataque de “camisetas azules”, los porros cetemistas que agredieron a las combativas obreras de Medalla de Oro. Habrá dos reuniones diarias: a las 10 de la mañana y a las 6 de la tarde. Ahí se analizará la situación y se tomarán los acuerdos pertinentes.
Reconocemos las voces pero apenas vemos las siluetas. Las voces son tan apagadas que a veces se pierden en la oscuridad. O será que las tinieblas nos aprietan la garganta. Hay que tener cubetas con agua, no tanto para tomar, sino para empapar pañuelos o trapos en caso de que la policía lance gases lacrimógenos. Ahora, a los sitios de vigilancia desde donde podamos observar sin ser vistos y a confiar en que haya muchos desesperados como nosotros, para arriesgar el pellejo por un pedazo de tierra.
La noche no tiene prisa. Para espantar los miedos, es bueno conocer a quienes van a pelear a nuestro lado. --Sí, aquí venimos a sufrir una vida de carencias, pero en el rancho ni siquiera se puede decir que hay vida. --¿Y la chamba de mañana, mejor dicho de “al rato”? --Hay que jalar, aunque nos andemos durmiendo en los andamios. --A los patrones no les importa si vivimos en chiqueros o en la calle, sólo les preocupa que hagamos la chamba hasta que no sirvamos por viejos. --En la mañana sólo habrá mujeres para enfrentar a los granaderos. --Pos peor para ellos, porque hay viejas más bravas que los hombres. --¡Y cómo no, si ya no quieren regresar a las malditas vecindades! --¿Y cuando nos vengan las ganas de cagar? ¡En las historias nunca se dice si la gente tenía lugar para mandar el cuerpo, como si no fuera importante!-- Todos reimos y desde lejos nos mandan callar.
Dicen que a las 7 en punto pasa una granadera. ¡Seguro que esa va a dar el pitazo, porque viéndolo desde adentro, en estos terrenos cabe mucha, mucha gente y si se animan, ya no nos sacan ni con toda la policía de Monterrey!
Son las 6 y comienza a clarear. Pasan los trabajadores a tomar los camiones hasta la rotonda de la Ruta 39. El sol alza el vuelo y ya no vemos la hora, porque los que iban al jale se están devolviendo y más gente empieza a llegar para preguntar quién y a cómo está entregando los terrenos y no esperan más cuando contestamos que los terrenos no se venden, que la tierra es de quien la necesita, que…
Por el norte, viniendo del Predio Francisco I. Madero vienen familias enteras arrastrando láminas. También por el sur, de la Rafael Buelna, y otros por el oriente, que estaban pagando renta en el Topo Chico. Ya se ve gente que baja corriendo por Almazán. Cuando se arriman de la Niño Artillero y de la Hidalgo, nos damos cuenta que la noticia se está corriendo por todo Monterrey. Antes de mediodía ya están ocupados los 300 lotes del primer predio invadido al que llamamos Sector Uno. Es hora de echar abajo la malla al norte de Almazán. Total, no nos han de dar menos años de cárcel si nos limitamos al primer predio. El segundo sector, donde calculamos habrá lugar para casi mil familias, se empieza a llenar.
Para cuando avistamos a las primeras patrullas, las miserias de la sociedad capitalista han puesto en pie de combate por la vivienda en unas cuantas horas a unos 500 jefes de familia, clase obrera empleada en los trabajos más duros y mal pagados, muchos de ellos reclutados sin su voluntad en del ejército de desempleados, tropa hambrienta y desesperada que hasta hoy será visible para los ricos y su gobierno.
Cuando nos desplegamos para anunciar que están llegando por fin las patrullas, los ojos se pierden en la multitud de carpas levantadas con palos, cartón, bolsas de plástico, sábanas raídas y todo lo que pueda proteger del sol que ahora calcina inclemente a las chozas miserables donde hay mujeres recién paridas y otras en busca de una sombra para los hijos. Al acercarse la multitud, noto que la dolorosa mirada del hambre y el olvido se ha transformado en otra, de coraje acumulado y determinación de luchar.

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